Ese viejo pino que veis por la ventana debe llevar tantos años ahí como esta antigua casa.  Desde luego, cuando yo era pequeña él ya estaba ahí. Recuerdo que imaginaba que era un gigante que nos observaba y nos vigilaba y años después, me gustaba ir a leer bajo sus ramas en las tardes de verano y aunque no lo recuerdo muy bien, tal vez lloré la nostalgia de mi adolescencia junto a él.

Pero mis recuerdos aquí no son tristes, recuerdo la bicicleta roja que mis padres me compraron y con la qué junto a mis hermanos y mis amigos recorrí los caminos y los campos incansable, recuerdo también la época de la cosecha en el campo grande que hay junto a la ermita y que ese día era una fiesta.  Y como si fuera ayer, las misas de los sábados por la tarde y que Don José me llamaba a leer la lectura y yo no quería hacerlo.

Siempre he sido una soñadora y recuerdo, que en los fríos días de invierno, siempre estaba encendida esta chimenea y me gustaba jugar con las llamas imaginando formas con ellas.

Y recuerdo, siempre recordaré, la biblioteca que había en la casa y que rebusqué y disfruté durante muchos veranos. Recuerdo que había montones de ejemplares de una vieja revista, Selecciones de Readers Digest, que me gustaba leer y también un libro de esoterismo que me quitó más de una noche el sueño y que por cierto perdí.

Recuerdo también la vieja cámara, el olor a madera y la altura de sus techos donde mis padres guardaban viejos muebles y La Salaera, donde hacía mucho frío y sus unos viejos suelos de madera que crujían al andar.

Y recuerdo flores, muchas flores en el huerto, rosas blancas, margaritas naranjas y un mirto rojo en la entrada. Y recuerdo muy bien, porque sigue ocurriendo así, que cada tarde en primavera y en verano soplaba una suave brisa en estas lomas.

Ha pasado mucho tiempo de todo eso
y parece que fue ayer.

Un día me marché, y como bien sabe el viejo pino, nunca pensé que un día volvería para quedarme, y es que esta vieja casa está llena de magia, una magia que atrapa y me hace sentir bien.

Hoy llueve, el huerto de la casa está también impresionante vestido de invierno, la vieja higuera luce sus desnudas y poderosas ramas y el campo bendice esta lluvia tan esperada.

La lluvia siempre me pone un poco triste, me hace sentir nostalgia, los recuerdos acuden a mi mente, fluyen por los rincones  y la magia vuelve a apoderarse de esta casa.


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